El futuro de la democracia
Norberto Bobbio[1]
Breve reseña
Esta obra sobre la democracia fue
construida por el autor a partir de diversos escritos sobre las
“transformaciones” de la democracia que se sucedieron en las últimas décadas
del siglo pasado. Las caídas de los regímenes dictatoriales en Europa oriental,
o la ola democratizadora en América Latina que fueron derribando gobiernos
militares y autoritarios son algunas de estas transformaciones a que se refiere
el autor.
Empero más allá de los análisis a estos
fenómenos, Bobbio se centra en los ideales de la democracia y la “cruda
realidad”, es decir, “del contraste entre lo que se había prometido –que nos
daría la democracia- y lo que realizó efectivamente”, porque paradójicamente
para hablar de futuro, primero tenemos que hablar de pasado. Justifica Bobbio,
aludiendo a Webber que “la cátedra no es ni para los demagogos ni para los
profetas”, por lo tanto, dice el autor “…mi intención es pura y simplemente la
de hacer alguna observación sobre el estado actual de los regímenes
democráticos… tanto mejor si de estas observaciones pudiérase extraer una
tendencia en el desarrollo (o involución) de estos regímenes, y por tanto
intentar algún pronóstico cauteloso sobre su futuro…”
Así, el considerado catedrático emérito
de Turín, Italia, plantea una definición mínima de democracia, considerándola
como un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quien está autorizado para tomar las decisiones
colectivas y bajo qué procedimientos.
Y la justifica: todo grupo social tiene necesidad de tomar decisiones
obligatorias para todos los miembros del grupo con el objeto de mirar por la
propia sobrevivencia.
Así, la hipótesis se va desarrollando
bajo una metodología –no tan técnica o académica, sino bajo una narrativa
simple, sencilla- en la óptica del análisis comparativo entre el deber y el
ser, es decir, entre los ideales de la democracia y la realidad a la que se
enfrenta; bajo esta perspectiva, señala 6 de las falsas promesas.
En primer término, hace referencia a la
hipótesis del individuo soberano, surgida de la concepción individualista de la
sociedad (el contractualismo, el nacimiento de la economía política y el
utilitarismo) en donde se considera la fórmula: un ciudadano, un voto. En este contexto, la doctrina democrática
ideó un Estado sin cuerpos intermedios, en donde el centro de las cosas es el
individuo. No obstante, lo que ha sucedido en los Estados democrático es
exactamente lo contrario: los grupos se han vuelto, cada vez con mayor fuerza,
los actores políticamente más relevantes, tal es el caso de los partidos
políticos, los sindicatos, las grandes corporaciones y cada vez en menos
medida, los individuos.
Otra de las falacias es la
representación política, concebida desde la revolución francesa como el mandato
o contrato de mandato, en donde la sociedad civil es mandante y deriva a un
mandante el poder de imperio, diferente a la democracia de los antiguos, que
practicaban una democracia directa. La realidad ha demostrado que la representación
política ha dejado de lado los intereses de la sociedad por otros intereses más
corporativos y opacos.
En tercer lugar, Bobbio afirma que nada
es más peligroso para la democracia que el exceso de democracia, quizá por eso
la característica de un gobierno democrático no es la ausencia de élites, sino
la presencia de muchas élites que compiten entre ellas por la conquista del
voto popular.
En cuarto lugar, nuestro autor señala
que la democracia aún no ha logrado derrotar al poder oligárquico y para
conocer qué tanto se ha democratizado el sistema en un país es necesario dar
respuesta no nada más a la pregunta ¿quién vota? sino ¿dónde vota? Es decir,
hay que analizar el espacio en donde puede ejercer el derecho al voto, como son
los centros de trabajo, las escuelas, etcétera.
En quinto lugar, hace referencia a la
eliminación del poder invisible (poderes fácticos),
y una de las razones de la superioridad
de la democracia con respecto a los Estados absolutos -que habían reinvindicado
el arcana imperii (secretos íntimos
del poder político o la razón de estado maquiavélica), que defendían con
argumentos históricos y políticos la necesidad de que las grandes decisiones
políticas fuesen tomadas en los gabinetes secretos- está basada en dar vida a
la transparencia del poder, lo que llama Bobbio “poder sin máscaras”.
La sexta y última de las promesas es la
que se refiere a la educación de la ciudadanía. En este aspecto, Bobbio afirma
que la democracia no puede prescindir de la virtud –entendida como el amor a la
cosa pública- pues al mismo tiempo debe promoverla, alimentarla y fortalecerla.
Por esta razón, habla de que el voto de opinión disminuye frente al aumento del
voto de intercambio, éste último conocido como el voto de la clientela (apoyo
político a cambio de favores personales).
En subsecuentes apartados, Bobbio
profundiza sobre estos ejes, en vista de la democracia con adjetivos: liberal,
directa, representativa, frente al poder invisible.
[1] Bobbio, Norberto. El
futuro de la democracia. FCE, 2ª. Ed. 1991
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