Hurgando por los viejos archivos de mi disco duro
encontré el siguiente texto. Lo escribí el dos de noviembre de 2006, cuando
la medianoche llegaba y con ella una silenciosa nostalgia me envolvía, quizá a
punto de renacer, dejando atrás los dolores del fracaso. Seis años después,
gozo leyendo estas líneas: creo que había tocado un fondo. |
Estoy en la sala del departamento escuchando, más no viendo, una película musical que me pone bien de Sarah Brightman grabada en un concierto que dio en Las Vegas, cuando son casi las once y media de la noche de este día que fenece dos de noviembre -día de muertos-.
En simbolismo por todos aquellos difuntos en este melancólico día, he prendido un puro de San Andrés Tuxtla, el cual estoy fumando a intervalos mientras escribo esto:
-¿qué por qué escribo?
Le escribo a mi soledad, a mi fría soledad que me acompaña, que se recrudece hasta la sombra del invierno, más allá de la cima majestuosa del Pico de Orizaba y de la fría peña del Cofre de Perote:
¿Has sentido el abandono
total
sentado en una banqueta,
esperando la esperanza de
la ilusión de verle
cuando mis ojos brillaban
bajo su presencia?
Ahora que no está,
¿dónde ha quedado la
alegría?
-Doy una bocanada de humo de tabaco.
Mientras el suave aire viaja afuera en la frescura de la noche,
como si detrás trajera a la lluvia y con ella la
esperanza.
Lluvia que en mis primeras
noches me arrullaba
cuando todo era solo
dulzura:
Las gotas frenéticas de
alegría
caían sobre las láminas
del techo;
acurrucado en sus brazos
las escuchaba:
tac tac tac
Gotas gruesas esporádicas
se iban acercando cada más de ellas
tactactactacatacatacatacataca
hasta el cansancio me
dormía,
entregado a ella en mis sueños placenteros.
-Otra bocanada de tabaco.
Cuando se fue no lloré, ni
la extrañé,
simplemente la esperé
sentado en la banqueta de
mí casa.
Esperé tranquilo,
porque la tenía en mi sentimiento
profundamente arraigado.
¿Que me había abandonado?
No lo creí; la defendí
como el héroe a su amada:
nadie la iba a destruir
mientras estuviera aquí:
la idolatré hasta las
puertas de la locura.
Porque me hiciste sentir
que valía la pena el mundo
con sólo
verte
y estar en tus brazos,
significaba alegría.
-Más tabaco. Se apagó, prendo un cerillo.
Ha sido tan largo el
tiempo lejos de ella como un pozo profundo,
que desde abajo sólo
vislumbro un tenue rayo de luz.
¡Cuánto la he extrañado!
¡Cuánto me ha hecho falta!
¡Cuánto la necesito!
Porque hoy necesito sus
brazos,
para que como niño
conociendo el mundo pueda caminar,
he caído y me necesito
levantar
nuevamente necesito sus
brazos,
nuevamente necesito sus
palabras.
¿Dónde estás?
¿dónde estás cuando
regreso por las noches?
¿cuándo no hay
conversaciones, cuando todo enmudece?
¿cuándo me pierdo en la
nada de mis sueños y no te encuentro?
Quisiera danzar fusionado
en la música suave del violín
y recuperar la alegría
fuera de tiempo y espacio.
Viviendo contigo, soledad
de mierda,
estoy aprendiendo sentado
a entender porqué estás aquí.
Quizá nunca te he
enterrado,
Quizá tú me entierres a
mí,
¡Bah!
¡No importa ya!
Te ví el otro día y te
extrañé…
me dijiste: ¡cuánto te he
extrañado!
Yo también.
-El puro se acaba y no he podido escribir casi nada de lo
que realmente necesito escribir. ¡Qué poca madre! Sarah Brightman también se
acaba y no tengo otro disco igual, ahora escucho Fandango que me invita a
bailar. Voy a bailar con ella. Va de nuevo Fandango, déjame bailar contigo sólo
esta pieza, si ves que me equivoco, enséñame tus pasos, mi pequeña soledad, tú
eres la única que me quiere, en tus brazos estoy briago de amor, la locura del
estado de embriaguez, te quiero, mándame un mensaje a mi celular para que pueda
dormir tranquilo.
Ya no te voy a injuriar,
querida soledad
después de todo has sido
gran compañera,
durante los últimos veinte
años.
Hoy no te voy a fornicar,
sino a hacer el amor.
Entraré bajo tus sábanas
limpias, tu cama acogedora
Te voy a decir palabras,
te voy a abrazar mientras te acaricio.
Antes de penetrar en ti,
voy a poner música relajante
Y prenderé un incienso
rosa, apagaré la luz de la cocina, de la sala y del cuarto
Solo dejaré prendida la
del pasillo
para que nos veamos a los ojos profundamente
y sin más palabras, te
besaré los labios tiernamente.
Tu figura femenina se
transformará en la noche
porque cuando te muerda
despacio el cuello
vibrarás de locura,
querrás escapar prisionera
entre mis brazos cuando demasiado tarde
te diga con la respiración
agitada:
[¡espérate, no te vayas!]
Te apretaré más hasta que
enloquezcamos de pasión,
total que yo también
disfruto de tu placer.
Me extasiaré de ti como
saboreando una cereza
en los frescos manantiales
del barrio de San José
acá en Xalapa;
o como en los manglares de
Catemaco
en la caída de la tarde a
las seis p.m.
en medio de la selva.
Mientras los muertos
entierran a sus muertos
viviré la locura contigo,
hasta que sientas
profundamente la nostalgia de quererme,
hasta que la nostalgia y
la melancolía lloren por tu ausencia,
hasta que la felicidad
llene de amargura tu desdicha.
Me voy de ti, querida
soledad
Sólo por un instante,
ya voy a apagar la luz del
pasillo
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