Ha
salido todo a la vista de los veracruzanos respecto a la situación de las
finanzas públicas. Se ha dicho que estamos ante una emergencia financiera
inédita no tan sólo en el estado, sino que a nivel nacional producto del saqueo
descarado de un grupo delincuencial. Se han usado todos los adjetivos calificativos
imaginables para describir este genocidio o violación sistemática y grave a los
derechos humanos de los veracruzanos.
Yo
creo que hemos llegado al punto que debemos comenzar a aceptar esta realidad y
dejar de proyectar las culpas a fuera de nuestra sociedad. Creo que ha llegado
la hora de plantearse seriamente las siguientes interrogantes ¿qué estamos dispuestos a hacer
los veracruzanos como sociedad para superar esta catástrofe financiera? ¿los agentes
económicos, sociales y políticos tendremos la suficiente madurez para
establecer nuevos acuerdos que generen una nueva gobernanza democrática? ¿podremos
ser capaces de revertir este círculo vicioso en que nos encontramos a uno
virtuoso? ¿podremos los veracruzanos demostrarnos a nosotros mismos, a México y
al mundo de lo que somos capaces de hacer, de crear y de transformar o nos
quedaremos atorados varios años o sexenios más lamiéndonos las heridas?
Desde
luego que la Justicia debe operar para quienes cometieron estas atrocidades y
que a la fecha miles de paisanos o quizá millones han sido víctimas, ya sea
porque no recibieron los servicios de salud o medicamentos o pérdidas de
familiares cercanos en manos del crimen o la pérdida de periodistas reconocidos
que contribuían día a día con la información a la sociedad y que el gobierno
del estado incumplió con su obligación de garantizar la vida de estos
profesionales.
Yo
mismo fui víctima de la pérdida de un ser querido en la Plaza Lerdo. Ramiro
Guillén Tapia era mi tío, independientemente de esta categoría, él fue un
profesor normalista y defensor de los derechos humanos. Creó su propia
organización y un buen día partió a la Sierra de Soteapan a defender a los
indígenas. Lo ví muchas veces litigando asuntos jurídicos ante las Agencias del
Ministerio Público, la Procuraduría Agraria y demás instituciones y oficinas
que abusaban de los indígenas sin cobrar un solo peso. Dormía en un petate dentro
de un jacal en plena sierra de Santa Martha, al sur del estado de Veracruz.
Contrario
a lo que establecen los Tratados y Acuerdos Internacionales, el gobierno omitió
darle la protección que a él como defensor y promotor de los derechos humanos
le correspondía. El gobierno del estado no lo hizo, fue omiso y jugó con su
vida, lo que lo llevó a tomar una decisión extrema en los primeros días del mes
de octubre de 2008. Todo lo demás de esta historia está en el internet. A mí me
tocó hacer todo el trámite para su funeral y recibí amenazas de delincuentes si
yo hablaba a los medios de comunicación sobre este tema.
Hoy,
que experimento la crisis en su esplendor, vienen a mí las preguntas
planteadas. Al igual que yo, muchos viven en la zozobra, en el miedo. Pero veo la
certeza de que somos un pueblo grande, que hemos conquistado muchos de nuestros
anhelos, que han existido grandes hombres y mujeres que han enaltecido el nombre de
nuestra querida patria chica: Veracruz. De quienes no puedo dar nombres porque
se haría una lista interminable.
Pero
también me mueve la fascinante historia de los japoneses, que fueron de los países
perdedores de la segunda guerra mundial. Prácticamente fue devastado por los
Estados Unidos y siendo tan pequeño sufrió la muerte de alrededor de 2 millones
de personas. Después de superar la gran crisis de la postguerra y la
reconstrucción de su país, la industria japonesa, con una brillante capacidad
en su mano de obra, salarios bajos y admirable disciplina, se convirtió en
pocos años en productora de manufacturas de calidad, destacando las marcas hoy
conocidas mundialmente como Nikon, Canon, Seiko, Sony, Panasonic, Hitachi,
Honda, Yamaha, Toyota, Nissan, Datsun, entre otras marcas de calidad, ¿cuál fue
el secreto japonés? El Dr. Ishikawa, uno de los pioneros y especialistas del
Control de la Calidad Total en las industrias japonesas, afirma que el secreto
de los japoneses está en su gente y en su cultura. La industria japonesa crea
círculos de calidad constituidos por los mismos trabajadores y entre ellos
interactúan para que a lo largo del proceso se dé la calidad.
En
Veracruz, históricamente hemos sido grandes productores agropecuarios. Existen
regiones del estado con gran potencial para la producción de ganado, aves, cítricos,
mango, plátano, caña de azúcar, piña, mariscos, y muchísimos más productos, ¿por
qué no comenzar por impulsar nuestras fortalezas e implementar la calidad total
en todos nuestros productos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario