UNO
punto UNO
De pronto me descubro ante
el mundo huérfano. Me veo en la habitación de un hotel de Papantla al norte del
Estado de Veracruz, mientras arriba a este lugar el huracán “Katia”. Afuera de
la habitación se escuchan las ráfagas de viento y lluvia que golpean los árboles
y los techos de lámina de las casas. Es de noche y la gente va apurada
corriendo a sus viviendas. En el “super”, antes de entrar a mi habitación,
observo a una señora comprar varias veladoras y alguien comenta que esta noche
se va a suspender el servicio de energía eléctrica, debido a la entrada del
fenómeno meteorológico. Me cae el veinte de esta situación y de la
falta de prevención mía al entrar en la habitación y ver que amablemente el
personal de mantenimiento me ha dejado una veladora sobre una mesa que está en
el cuarto. La veo, y me doy cuenta de que no tengo cerillos para encenderla en
caso de necesitarla. Me baño, me recuesto, prendo la televisión, mientras
escribo por el whatsapps. Mi mundo es un mundo paralelo que vivo con Paty, le
escribo, nos cortejamos, nos decimos palabras cariñosas, le comento lo del
huracán. Abruptamente, enmedio de la dulzura de la plática, la luz eléctrica se
interrumpe; en ese instante llega a mí un sentimiento de temor, en lo profundo
surge la pregunta ¿y si me pasa algo? [El viento no deja de soplar, las ráfagas
son cada vez más intensas, no tengo cerillos y no hay luz, estoy solo en esa
habitación y en un lugar desconocido] en un diálogo interior, una voz dice:
–
¡No le dijiste a tu mamá a dónde ibas a estar, no le avisaste!
–
¡Pero ya mamá no está! Sólo está Paty, ella es la única que sabe todos mis
movimientos. A ella es a quien le confieso mis cosas, con quien hablo todos los
días. Ella es la que se preocupa por mí ¡ya parece mi madre!
En medio de esa oscuridad,
más allá de la puerta de la habitación y los vientos huracanados, recuerdo a mi
madre y a mi padre, siento que ellos conviven dentro de mí, que los traigo
integrados y que están conmigo independiente de estas dimensiones de tiempo y
espacio. Así como yo veo a Paco y Valentina, mis hijos, a quienes abrazo cuando
alguno de ellos se cae o llora o tiene miedo, hago todo por transmitirles
valor, así mis padres aún permanecen conmigo. Lo que alguna vez escribí de mi
madre, lo vuelvo a revivir, a sentir. Vienen a mi mente estas palabras que
escribí alguna vez:
Guardo mis sentimientos. Un tiempo atrás no había palabras.
En los hechos manifiesto con mi ser, en ese espacio de seguridad, mi
sentimiento de pertenecer. Ser parte de algo superior, habilita mi confianza.
Abrazo a mi madre, en ella encuentro protección, seguridad y cariño en aquellas
noches de tormentas cargadas de agua, vientos, truenos, rayos -la respiración
agitada el corazón bombeando-irrigando pánico a los confines del lado oscuro de
mi mente- esa ternura tersa, con palabras y canciones arrulladoras que serenan
el camino verde brillante de la luz.
Así es, el sentimiento desnudo agridulce como la pulpa naranja de la huaya en plena primavera de las mariposas monarcas.
¿Cuándo dejé de decir | te quiero | me haces falta | me
importas | externando mi interior? o mejor ¿cuándo se apoderó la vergüenza de
expresar mi sentir?
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