viernes, 17 de diciembre de 2010

Los principios éticos de los Buenos Políticos

Lecturas para quien hace la buena política
Fabio era un joven inquieto, a sus 26 años ya había egresado de la universidad en donde se recibió como abogado. Le gustaba su carrera, al menos así lo manifestaba cuando alguien le preguntaba si realmente le agradaba la abogacía. La respuesta a esta interrogante no se hacía esperar, casi a bocadejarro respondía: -¡por supuesto que me encantan las leyes!
Y para remachar aún más reafirmaba: -¡La constitución es la norma fundamental que nos protege a todos frente a las arbitrariedades de los poderosos! Es importante cuando menos saber cómo está estructurada!
Pero en el fondo a Fabio no le entusiasmaba la práctica del Derecho, es decir, llevar la defensa, interponer recursos en los juzgados y tribunales, y todo lo que implica la tarea y oficio de la abogacía. Lo había vivido en carne propia cuando asistió a los juzgados en sus primeras prácticas forenses. Realmente a él le preocupaba algo más allá que eso: le interesaba la Política. Él quería participar en Política, solo que tenía el prejuicio que le generaba ver en los medios de comunicación y en algunas otras publicaciones, las prácticas tan desastrosas, corruptas y otras formas denigrantes de quienes practicaba el oficio, por lo que mejor pensó en buscar a un viejo maestro de su clase de teoría política y consultar con él realmente todas las dudas e inquietudes que le daban vuelta en su cabeza.
Cuando encontró al maestro le preguntó:
Maestro, ¿por qué la política parece ser algo perverso, oscuro y que quienes la practican parecieran ser hombres y mujeres sin escrúpulos?
El Maestro, lo vio a los ojos mientras ordenaba sus ideas para enseguida responderle:
Así es joven; es paradójico que la Política se halle más desprestigiada cuando resulta más necesaria que nunca. Quizá eso se deba a que es una gran incomprendida ó a que no está a la altura de los tiempos ó quizá por ambas razones. Sin embargo a pesar de ello la política es la actividad colectiva necesaria para mantener y desarrollar la polis, para no retrotraernos al siempre amenazante estado de naturaleza en el que la vida humana, ya reconociera Hobbes en 1651, es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.

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