miércoles, 1 de octubre de 2014

Frío día de muertos


Hurgando por los viejos archivos de mi disco duro encontré el siguiente texto. Lo escribí el dos de noviembre de 2006, cuando la medianoche llegaba y con ella una silenciosa nostalgia me envolvía, quizá a punto de renacer, dejando atrás los dolores del fracaso. Seis años después, gozo leyendo estas líneas: creo que había tocado un fondo.

Estoy en la sala del departamento escuchando, más no viendo, una película musical que me pone bien de Sarah Brightman grabada en un concierto que dio en Las Vegas, cuando son casi las once y media de la noche de este día que fenece dos de noviembre -día de muertos-.

En simbolismo por todos aquellos difuntos en este melancólico día, he prendido un puro de San Andrés Tuxtla, el cual estoy fumando a intervalos mientras escribo esto:

 -¿qué por qué escribo?

Le escribo a mi soledad, a mi fría soledad que me acompaña, que se recrudece hasta la sombra del invierno, más allá de la cima majestuosa del Pico de Orizaba y de la fría peña del Cofre de Perote:

¿Has sentido el abandono total

sentado en una banqueta,

esperando la esperanza de la ilusión de verle

cuando mis ojos brillaban bajo su presencia?

 Ahora que no está,

¿dónde ha quedado la alegría?


-Doy una bocanada de humo de tabaco.

  Mientras el suave aire viaja  afuera en la frescura de la noche,

  como si detrás trajera a la lluvia y con ella la esperanza.


Lluvia que en mis primeras noches me arrullaba

cuando todo era solo dulzura:


Las gotas frenéticas de alegría

caían sobre las láminas del techo;

acurrucado en sus brazos las escuchaba:

                                           tac      tac      tac

Gotas gruesas esporádicas se iban acercando cada más de ellas

                                           tactactactacatacatacatacataca

hasta el cansancio me dormía,

                                                entregado a ella en mis sueños placenteros.


-Otra bocanada de tabaco.


Cuando se fue no lloré, ni la extrañé,

simplemente la esperé

sentado en la banqueta de mí casa.


Esperé tranquilo,

porque la tenía en mi sentimiento

                                                      profundamente arraigado.



¿Que me había abandonado?

No lo creí; la defendí como el héroe a su amada:

nadie la iba a destruir mientras estuviera aquí:

la idolatré hasta las puertas de la locura.


Porque me hiciste sentir

que valía la pena el mundo

con sólo verte                                               

                       y estar en tus brazos,

                                                        significaba alegría.


-Más tabaco. Se apagó, prendo un cerillo.


Ha sido tan largo el tiempo lejos de ella como un pozo profundo,

que desde abajo sólo vislumbro un tenue rayo de luz.


                                                       ¡Cuánto la  he extrañado!

                                                       ¡Cuánto me ha hecho falta!

                                                       ¡Cuánto la necesito!


Porque hoy necesito sus brazos,

para que como niño conociendo el mundo pueda caminar,

he caído y me necesito levantar

nuevamente necesito sus  brazos,

nuevamente necesito sus palabras.


                                                        ¿Dónde estás?


¿dónde estás cuando regreso por las noches?

¿cuándo no hay conversaciones, cuando todo enmudece?

¿cuándo me pierdo en la nada de mis sueños y no te encuentro?


Quisiera danzar fusionado en la música suave del violín

y recuperar la alegría fuera de tiempo y espacio.


Viviendo contigo, soledad de mierda,

estoy aprendiendo sentado a entender porqué estás aquí.

Quizá nunca te he enterrado,

Quizá tú me entierres a mí,

                                           ¡Bah!

¡No importa ya!


Te ví el otro día y te extrañé…

me dijiste: ¡cuánto te he extrañado!

                  Yo también.


-El puro se acaba y no he podido escribir casi nada de lo que realmente necesito escribir. ¡Qué poca madre! Sarah Brightman también se acaba y no tengo otro disco igual, ahora escucho Fandango que me invita a bailar. Voy a bailar con ella. Va de nuevo Fandango, déjame bailar contigo sólo esta pieza, si ves que me equivoco, enséñame tus pasos, mi pequeña soledad, tú eres la única que me quiere, en tus brazos estoy briago de amor, la locura del estado de embriaguez, te quiero, mándame un mensaje a mi celular para que pueda dormir tranquilo.



Ya no te voy a injuriar, querida soledad

después de todo has sido gran compañera,

durante los últimos veinte años.


Hoy no te voy a fornicar, sino a hacer el amor.

Entraré bajo tus sábanas limpias, tu cama acogedora

Te voy a decir palabras, te voy a abrazar mientras te acaricio.


Antes de penetrar en ti, voy a poner música relajante

Y prenderé un incienso rosa, apagaré la luz de la cocina, de la sala y del cuarto

Solo dejaré prendida la del pasillo

                                                      para que nos veamos a los ojos profundamente

y sin más palabras, te besaré los labios tiernamente.


Tu figura femenina se transformará en la noche

porque cuando te muerda despacio el cuello

vibrarás de locura,

querrás escapar prisionera entre mis brazos cuando demasiado tarde

te diga con la respiración agitada:

                                                       [¡espérate, no te vayas!]


Te apretaré más hasta que enloquezcamos de pasión,

total que yo también disfruto de tu placer.


Me extasiaré de ti como saboreando una cereza

en los frescos manantiales del barrio de San José

acá en Xalapa;

o como en los manglares de Catemaco

en la caída de la tarde a las seis p.m.

en medio de la selva.


Mientras los muertos entierran a sus muertos

viviré la locura contigo,

hasta que sientas profundamente la nostalgia de quererme,

hasta que la nostalgia y la melancolía lloren por tu ausencia,

hasta que la felicidad llene de amargura tu desdicha.


Me voy de ti, querida soledad

Sólo por un instante,

ya voy a apagar la luz del pasillo

No hay comentarios: