lunes, 9 de noviembre de 2015

Lecturas para quien hace la buena política

El siguiente texto lo fui desarrollando hace algunos meses, como introducción a un proyecto de investigación que estoy realizando sobre la Gobernanza. Este concepto -Gobernanza- tiene diversas connotaciones: puede ser un concepto descriptivo que busca captar la regulación social deliberativa más allá del Gobierno; o un término analítico para entender las nuevas formas de relación entre el Estado y los ciudadanos; o un concepto normativo –acuñado en la “buena gobernanza”- con el fin de medir y promover ciertos estándares de eficacia estatal y participación democrática (Meyer:2009). De este último enfoque, La Gobernanza nos permite medir a un "Buen Gobierno" mediante diversos indicadores. Por lo tanto en este aspecto, "Buen Gobierno" es sinómino de "Buena Gobernanza". En el siguiente texto, tratamos de explicar que el "Buen Gobierno" debe partir de una "Buena Política". Sin embargo, para que exista una "Buena Política" deben existir sistemas políticos que eliminen instituciones informales como los clientelismos, prebedarismos y patrimonialismo. En suma, el texto gira alrededor de la relación entre el Político y el sistema ó vicersa, un tema siempre actual y que nos invita a la reflexión.


Lecturas para quien hace la buena política


Fabio era un joven inquieto, a sus 26 años ya había egresado de la universidad en donde se recibió como abogado. Le gustaba su carrera, al menos así lo manifestaba cuando alguien le preguntaba si realmente le gustaba la abogacía. La respuesta a esta interrogante no se hacía esperar, casi a bocadejarro respondía: -¡por supuesto que me encantan las leyes!
 
Y para remachar aún más reafirmaba: -¡La constitución es la norma fundamental que nos protege a todos frente a las arbitrariedades de los poderosos! Es importante cuando menos saber cómo está estructurada!
 
Pero en el fondo a Fabio no le entusiasmaba la práctica del Derecho, es decir, llevar la defensa, interponer recursos en los juzgados y tribunales, y todo lo que implica la tarea y oficio de la abogacía. Lo había vivido en carne propia cuando asistió a los juzgados en sus primeras prácticas forenses. Realmente a él le preocupaba algo más allá que eso: le interesaba la Política. Él quería participar en Política, solo que tenía el prejuicio que le generaba ver en los medios de comunicación y en algunas publicaciones las prácticas tan desastrosas, corruptas y otras formas denigrantes de quienes practicaba el oficio, por lo que mejor pensó en buscar a un viejo maestro de su clase de teoría política y consultar con él realmente todas las dudas e inquietudes que le daban vuelta en su cabeza.
Cuando encontró al maestro le preguntó:
 
- Maestro, ¿por qué la política parece ser algo perverso, oscuro y que quienes la practican parecieran ser hombres y mujeres sin escrúpulos?
 
El Maestro, lo vio a los ojos mientras ordenaba sus ideas para enseguida responderle:
 
Así es joven; es paradójico que la Política se halle más desprestigiada cuando resulta más necesaria que nunca. Quizá eso se deba a que es una gran incomprendida ó a que no está a la altura de los tiempos ó quizá por ambas razones. Sin embargo a pesar de ello la política es la actividad colectiva necesaria para mantener y desarrollar la polis, para no retrotraernos al siempre amenazante estado de naturaleza en el que la vida humana, ya reconociera Hobbes en 1651, es “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.
 
- Pero, ¿Por qué existe tanto desprestigio de la Política? Insistió Fabio.
 
Y el maestro le dijo:
 
Esto es así porque existen malos políticos. Los malos políticos niegan y desconocen la realidad, la falsean, presentan imágenes alteradas que producen ilusiones, temores y esperanzas, manipulan. Son los vendedores acríticos del Consenso de Washington, los que proclaman “ya somos una democracia, una economía de mercado, un Estado Social, una administración por resultados superadora de la burocracia weberiana…”
 
- Pero, ¿por qué actúan así estos malos políticos? Increspó al maestro Fabio, respondiéndole el decano de la materia en la institución educativa, así:
 
Porque estos malos políticos son grandes conservadores del statu quo cultural, político, económico y ético. Son hábiles operadores de partidos de baja institucionalización; se saben manejar en las alcantarillas del financiamiento político, usan las redes clientelares electorales a través de los padrones y programas de desarrollo social-como el caso de los programas de la SEDESOL-, asignan empleos públicos en una administración que es utilizada como empresa privada, negocian las adjudicaciones en licitaciones públicas o en las privatizaciones, negocian la concesión de beneficios y exenciones.
 
- ¿Y qué consecuencia trae para el país que sigan estos malos políticos al mando del país? Pensó en voz alta el joven Fabio:
 
El maestro respondió:
 
Cuando este tipo de oficio prevalece en la política, estamos ante la mala gobernabilidad que bloquea el desarrollo. Es decir, todas estas instituciones informales que se llaman clientelismo, prebendarismo y patrimonialismo en donde se mueven como pez en el agua los malos políticos, producen sociedades injustas y desiguales: mientras que unos pocos detentan la riqueza y el poder, la inmensa mayoría va teniendo menos oportunidades de desarrollo. Entonces sucede lo siguiente: surge la codicia y envidia de los que menos tienen, en tanto que los que mucho tienen se vuelven arrogantes y soberbios. Las brechas entre los pobres y ricos cada vez se ensancha más y esto da pie a que entre la violencia y de que el Estado se debilite, y eso, mi querido abogado, es el preludio de un Estado fallido. Por eso, el mal político para cumplir bien con su oficio ha de ser confiable. Ha de cumplir sus contratos. Ha de ser hombre de palabra. Y ha de ser capaz de hacerse respetar cuando los otros no cumplan la suya. Ha de ser respetable, respetado y temido por todos aquellos que contrata en la opacidad de las instituciones informales. Obviamente, este mal político puede ser una buena persona, un buen padre, marido, amigo, socio… incluso crear fundaciones y cátedras para la ética política, pero el mal no promueven los cambios y transformaciones de fondo que se requieren para cambiar el status quo porque sencillamente sería dudosa su sobrevivencia política en una sociedad con un nivel más alto de conciencia política.
 
- Y, ¿qué podemos hacer para cambiar las cosas?
 
El maestro:
 
Mira –dijo el maestro mirando al horizonte desde el balcón en donde se encontraban- la mala política no se vence nada más con la ética, sino para derrotar a la mala política tenemos que hacer buena política. La buena política es la que va a vencer a la mala política.
 
- ¿la buena política? Si ya me describió lo que es la mala política, entonces ¿cómo es la buena política? Preguntó admirado Fabio y el maestro, nuevamente sonriendo le dijo:
 
Los buenos políticos se esfuerzan por el autoconocimiento y autodominio. Sin ellos es imposible la autencidad, la integridad. Deben darse tiempo para preguntarse asimismo cosas como: ¿Conozco mis motivaciones y ambiciones últimas?¿Tengo una medida adecuada de mis capacidades?¿Soy capaz de reconocer y resistir las peores tentaciones del poder?¿Sé encontrar los espacios de recogimiento en los que me pregunto frecuentemente quién soy, qué pretendo, para qué estoy en este mundo?¿Conozco mis modelos mentales?¿Soy capaz de comprender los modelos mentales de mis interlocutores y adversarios son dejar de ser fiel a mis propósitos?¿Soy capaz de resistir al oportunismo del cambio?¿Soy capaz de cambiar cuando resulta necesario? Creo que con estas interrogantes que se hagan los políticos son suficientes para ir determinando a un buen político. Los buenos políticos tienen un compromiso con la realidad que pretenden transformar. Buscan el conocimiento y la información necesaria no sólo para operar en la realidad, sino para transformarla. Para ello generan sistemas de información y de conocimiento, construyen equipos, establecen “sensores” y sistemas de alerta.
Los buenos políticos impulsan siempre la transparencia y combaten la opacidad en la que se envuelven siempre los malos políticos. Sin transparencia en el ámbito público tiene poco sentido la participación política y se hace muy difícil la rendición de cuentas.

Fabio se despidió de su maestro y se fue a casa con la reflexión de todo lo que le dijo el mentor. Llegando a su casa comenzó a sentir un gran alivio y esperanza cuando recordó todo lo que le dijo sobre la “buena política”, pensado que es necesario que las nuevas generaciones sepan que existe esa “buena política” y que sirve para combatir a la “mala política”. Esa noche durmió profundamente y descansó sonriente.
 
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Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

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