sábado, 20 de enero de 2018

Caminos del ser


UNO punto UNO
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De pronto me descubro ante el mundo huérfano. Me veo en la habitación de un hotel de Papantla al norte del Estado de Veracruz, mientras arriba a este lugar el huracán “Katia”. Afuera de la habitación se escuchan las ráfagas de viento y lluvia que golpean los árboles y los techos de lámina de las casas. Es de noche y la gente va apurada corriendo a sus viviendas. En el “super”, antes de entrar a mi habitación, observo a una señora comprar varias veladoras y alguien comenta que esta noche se va a suspender el servicio de energía eléctrica, debido a la entrada del fenómeno meteorológico. Me cae el veinte de esta situación y de la falta de prevención mía al entrar en la habitación y ver que amablemente el personal de mantenimiento me ha dejado una veladora sobre una mesa que está en el cuarto. La veo, y me doy cuenta de que no tengo cerillos para encenderla en caso de necesitarla. Me baño, me recuesto, prendo la televisión, mientras escribo por el whatsapps. Mi mundo es un mundo paralelo que vivo con Paty, le escribo, nos cortejamos, nos decimos palabras cariñosas, le comento lo del huracán. Abruptamente, enmedio de la dulzura de la plática, la luz eléctrica se interrumpe; en ese instante llega a mí un sentimiento de temor, en lo profundo surge la pregunta ¿y si me pasa algo? [El viento no deja de soplar, las ráfagas son cada vez más intensas, no tengo cerillos y no hay luz, estoy solo en esa habitación y en un lugar desconocido] en un diálogo interior, una voz dice:

– ¡No le dijiste a tu mamá a dónde ibas a estar, no le avisaste!
– ¡Pero ya mamá no está! Sólo está Paty, ella es la única que sabe todos mis movimientos. A ella es a quien le confieso mis cosas, con quien hablo todos los días. Ella es la que se preocupa por mí ¡ya parece mi madre!

En medio de esa oscuridad, más allá de la puerta de la habitación y los vientos huracanados, recuerdo a mi madre y a mi padre, siento que ellos conviven dentro de mí, que los traigo integrados y que están conmigo independiente de estas dimensiones de tiempo y espacio. Así como yo veo a Paco y Valentina, mis hijos, a quienes abrazo cuando alguno de ellos se cae o llora o tiene miedo, hago todo por transmitirles valor, así mis padres aún permanecen conmigo. Lo que alguna vez escribí de mi madre, lo vuelvo a revivir, a sentir. Vienen a mi mente estas palabras que escribí alguna vez:

Guardo mis sentimientos. Un tiempo atrás no había palabras. En los hechos manifiesto con mi ser, en ese espacio de seguridad, mi sentimiento de pertenecer. Ser parte de algo superior, habilita mi confianza. Abrazo a mi madre, en ella encuentro protección, seguridad y cariño en aquellas noches de tormentas cargadas de agua, vientos, truenos, rayos -la respiración agitada el corazón bombeando-irrigando pánico a los confines del lado oscuro de mi mente- esa ternura tersa, con palabras y canciones arrulladoras que serenan el camino verde brillante de la luz.

Así es, el sentimiento desnudo agridulce como la pulpa naranja de la huaya en plena primavera de las mariposas monarcas.

¿Cuándo dejé de decir | te quiero | me haces falta | me importas | externando mi interior? o mejor ¿cuándo se apoderó la vergüenza de expresar mi sentir?


Papantla, Veracruz, Septiembre de 2017

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